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Sobre "Las Chiapanecas" de Vico Díaz



Obra singular por donde se le escuche. La idea detrás de Las Chiapanecas es hacer “música tradicional del estado de Chiapas, México, reinterpretada en una estética de jazz trío”. Y bueno, pues a eso suena ¡pero de qué modo! Por “estética jazz trío” terminé entendiendo un estilo entre modal y hard-bop. Digamos templado, y esto no tiene nada de negativo acorde a la idea musical perseguida.

Lo inusual empieza desde la instrumentación. Si bien el trío de jazz puede ser un formato muy común, sobre todo en vivo, Vico Díaz nos presenta un conjunto en el que el único instrumento “típico” de jazz es la batería de Gustavo Nandayapa. El intérprete cumple muy bien su doble responsabilidad de mantener el compás jazzeado y amarrar a sus dos compañeros. En lugar de contrabajo nos encontramos con una leona jarocha, ejecutada por el titular del álbum. Yo creo que solo un oído muy conocedor notaría de golpe este hecho: la leona suena como un bajo ligero y ágil, su tono troncoso pero rico en medios en juego natural con la estrella del disco: la marimba chiapaneca de Alexander Cruz.


Me parece que también es inusual que el bajista sea el líder de un ensamble de jazz.


Quizá es natural remitirse al papel del vibráfono en el jazz, instrumento mucho más común en esta música; aunque no ubicuo. Sin embargo, existen diferencias clave entre marimba y vibráfono: principalmente el sustain del segundo, más allá de la distinta tonalidad armónica. Para mi comprensión, aquí la marimba adopta un rol más cercano al que convencionalmente desempeña el piano; lo que quizá es más notorio en los pasajes libres. Claro que las frases provienen de la tradición del son chiapaneco, por lo que pueden resultar un poco divergentes respecto a las repeticiones prototípicas en el jazz. De cualquier manera, estamos ante un ejemplo deslumbrante de la versatilidad que alcanza la marimba del sureste.

El elemento más brillante del álbum son las improvisaciones, como en todo buen álbum del género. “Parachicos” empieza con todo, rebotando la escucha entre el alucinante marimbazo y el generoso ritmo de la percusión. “Chiapanecas” es una de las piezas más deslumbrantes del disco, y presumiblemente la central: en la que el propósito de reinterpretación estética trasciende en un mestizaje sonoro más profundo. “Sapo” me agrada particularmente por la lógica percusiva en la que entran los tres instrumentos, mientras que “Tortuga” es una demostración tremenda de talento y compenetración.

No sé si “Las Chiapanecas” se convierta en un básico de tu biblioteca jazzera; pero sin duda es una experiencia musical refrescante, curiosa y divertida. De arreglos cristalinos y ejecución superlativa.

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