Julieta Ortega
Ceremonia de Momificación, soundtrack original por Lóbrego Abisal.
Por generaciones, hemos embalsado cuerpos. Es un proceso muy difícil y preciso que se ha ido mejorando con el tiempo por nuestra familia, es por eso que somos reconocidos por el pueblo.
Nuestro proceso es muy simple y tardado, podemos llegar hasta 70 días para que la cara pueda reconocerse, dejamos el cuerpo en el sol y le ponemos diversos aceites y ungüentos aromáticos. Le sacamos el cerebro con una pinza, hecha de plata, le quitamos los órganos y los bañamos en vino de palma. Después al cuerpo se le vendaba todo, excepto la cara. Se metía al sarcófago y listo.
Todo marchaba bien hasta que un día falleció nuestro faraón Ramsés II.
Nos llamaron a mi familia y a mí que nos tocaba embalsar, al inicio fue un honor ser mandados a este trabajo, sólo me llamaron a mí. Al llegar y ver donde iba a ser sepultado, me quedé fascinado por ver todo tipo de joyas, el material era fresco con calidad. Me puse en manos a la obra y lo empecé a untar de aceite, pero al tocarlo, sentí como mi cuerpo tembló de pies a cabeza, no presté atención y continué con mi trabajo. Lo dejé en el sol. Decidí descansar, después lo fui a buscar y el cuerpo no estaba, busqué y busqué, pero no lo encontré, regresé a la mesa y estaba ahí acostado. Me sentía peor cada día que tenía que volver, dejé de comer, no podía dormir, ya ni a mi casa podía regresar, porque en la noche no dejaba de escuchar una voz que decía mi nombre "Abubakar, Abubakar, Abubakar" sólo la voz se callaba cuando regresaba a preparar el cadáver.
El día que tenía que quitar el cerebro y le quite todos los órganos, se despertó y se me quedo mirando. Me volteé de nuevo a verlo y sólo fue mi imaginación.
En ese momento entendí que cada día que pasaba dejaba de sentir, cada vez que lo tocaba me sentía más débil.
Pero ya al vendarlo no dejaba de verme, veía como respiraba, pero dejó de importarme. El sacerdote llegó y comenzó a recitar Ritual de la apertura de la boca, mientras hablaba empezó a salir alrededor un humo verde, las velas se apagaron, no veía nada, seguía escuchando las palabras del sacerdote, comencé a ver un humano entrar, pero al ver su rostro me percaté que no era un humano, tenía cabeza de perro y portaba en su mano un palo de oro, supe que era Anubis. Quede temblando, al ver que me tomó de la mano y vi despertar a Ramsés, eso fue lo último que pude ver.
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