Desde tiempos inmemoriales, el abismo palpita y supura entes socarrones y de cualidades ignotas, cuyas inclinaciones son hacia las artes obscenas. Por suerte para la inconsciencia colectiva, no tienen injerencia sobre su acontecer diario; pero es bien sabido que pueden interactuar en lo más profundo de su mente, en ese espacio onírico de maleabilidad comprobada. Por lo tanto su intervención se ve limitada a lo abstracto, y por facilidad, decidieron que el medio más concreto de manipulación cultural es la música, la escritura y los medios pictóricos. Los entes abisales obtendrán lo que desean, sus artimañas son vastas y devastadoras. Los ecos que llegan desde lo más profundo del abismo son sólo ápices de la monstruosidad que habita en el fondo; pero como una buena droga, es adictivo el incesante lamento de las voces profundas. Y como un hombre perturbado a la par que lúcido dijo: “cuando miras largo tiempo al abismo, el abismo también mira dentro de ti”, esto no es advertencia, ni amenaza, es sólo la crónica de lo inevitable. Así que bienvenidos a las procesiones con rumbo al abismo, dirigidas por los ecos del debate entre los señores del lóbrego abisal.
