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Writer's pictureVocero del Abismo

El lavadero

Michielle Almaraz


"Chismes Depravados", soundtrack original por Sonidos Del Abismo.


—¡Buenos días, comadre! — exclamó Daniela con una sonrisa en el rostro.

—Muy bien, ¿y usted? — dijo Rosa mientras se aproximaba al lavadero.

—Pues no me quejo, mientras haya frijoles en la olla se está del otro lado, ¿no cree? — preguntó Daniela mientras comenzaba a llenar la pileta con agua.

—Sí, cada vez la cosa está más complicada— suspiró Rosa mientras volteaba la ropa al revés.

—¡Hola, hola! —dijo Karina con tono alegre, mientras arrastraba su ropa hacia uno de los lavaderos.

—¡Hola! — contestaron al unísono Daniela y Rosa.

—¿Qué chismean? Díganme yo también me quiero enterar— dijo Karina con una risa nerviosa.

—Nada de importancia— exclamó Daniela al tiempo que hacía un gesto para reiterar su comentario. Esparció jabón en el lavadero.

—Pero que se me hace que tú si sabes algo, ¡ándale!, cuéntanos que hicistes o que vistes —comentó Rosa mientras le daba un pequeño empujón a Karina.

—Pues… yo realmente no hice nada, pero si escuché mucho— dijo con tono pícaro mientras comenzaba a separar su ropa.

—¡Fíjese, comadre, lo que hace echó una playera roja en lo blanco! — gritó asustada Daniela.

—¡Jesús! — agregó Daniela asustada mientras quitaba rápidamente la playera de la tina y se cercioraba de que no hubiera manchado el resto de la ropa.

—¡Y bien!, ¿nos vas a contar o no? Ve nada más las burradas que hago por tu culpa— señaló Daniela mientras fruncía el ceño.

—No te enojes. Verás, ayer estaba tendiendo mi mantel, en el barandal, como siempre, y en eso vi a Perlita, la de la tienda del G, y en cuanto me vio corrió hacia mí— habló Karina emocionada al tiempo que comenzaba a sacar su ropa.

—Pero ¿qué te dijo?, ella siempre tiene chismes re´güenos— gritó Rosa mientras comenzaba a tallar.

—Pues me preguntó si conocía a la mujer… de la vida galante… la del 302, la Saraí—musitó mientras torcía la boca y hacía un ademán de asco y disgusto, al tiempo que revolvía el agua del lavadero buscando el jabón.

—¡Claro! Como no la vamos a conocer, ¡vieja cusca! Hace unos meses se puso implantes, qué pa´verse más buena. ¡Ja! parece pichón deforme. Si me los hubieran puesto a mí, yo si los hubiera sabido portar—dijo Rosa mientras hacía un ademán refiriéndose a sus pechos.

—¡Esa lagartona! Hace como dos meses andaba tras los huesos de mi Panchito— gruñó Daniela, mientras tallaba con más fuerza la ropa por el coraje.

—Ay, Nela, ésa no es la única que quiere darle unos besitos a tu esposo— mencionó Karina en tono burlón, señalando con la lengua y los ojos a Rosa.

—¡Qué! — replicó indignada Rosa— ¡Yo no ando de loca ni con el Pancho ni con nadie!

—¡Ya basta! — gritó Karina— ya, dejen que les cuente. Después de preguntarme si la conocía y de decirle que sí, Perlita hizo una mueca de alegría y me dijo en voz baja— ¡ya le dieron su merecido! Yo no entendí muy bien —expresó, mientras hacía una mueca de preocupación —¿Pero? ¿cuál merecido? le pregunté intrigada. Perlita me dijo que el lunes por la tarde había llegado la tipa esa media borracha, y eso lo supo porque cuando llegó, Doña Perlita estaba afuera del edificio y se acercó a saludarla, dice que cuando le contestó el saludo, le llegó el aroma a alcohol.

—¡Vieja casquivana! Llegar borracha, ¡qué indecencia! — agregó Daniela indignada— Mi padre, que en paz descanse, me decía: —Una mujer que se respete se tiene que dar su lugar. Imagínese, toda borracha y en el antrucho donde trabajaba, cualquier tipo le pudo haber metido la mano, ¿o no? — dijo al tiempo que tallaba calcetines.

—Ay, pu´s sí, pero así le gusta a ella— musitó Rosa con tono de resignación mientras destapaba el suavitel.

—Aclaremos, le gustaba—replicó Karina mientras se recogía el cabello.

—¿Cómo que “le gustaba”? — dijo Daniela intrigada, al tiempo que humedecía el lazo de del tendedero para quitarle el polvo.

—Verán, después de que la Saraí entró a su departamento, puso música en tono moderado, pero dice Perlita, que eran puras canciones de Lupita D'Alessio, y que que hasta le dijo a su esposo que de seguro la habían cortado, y que a los diez minutos de decir eso llegó un carro, y qué creen, era el tipo con el que andaba.

—¡De veras! Hace un buen rato que no lo veo. Todavía hace una semana, cuando fui por la leche me lo encontré— agregó Daniela mientras colgaba sus primeras prendas.

—¡Ssssshh! —gritó Rosa— no ves que se está poniendo güeno— dijo entusiasmada mientras enjuagaba con paciencia la primera carga de ropa.

—Y lo que sigue está mucho mejor— risoteó Karina, mientras tallaba con lentitud una camisa— Después de que el tipo ese estacionó su carro se puso a tocar el claxon como loco, pero ella nunca bajó, es más ni siquiera se asomó.

—¡Cómo crees! Entonces ella ya sabía algo, porque cuando uno tiene la conciencia tranquila da uno la cara. Total ¿cuál es el delito? —dijo Rosa mientras se retiraba con su cesta al tendedero.

—Eso sí. Tiene razón. El que nada debe nada teme—reiteró Daniela en tono inquisitivo.

—¡Ya déjense de dichos! Déjenme seguirles contando— dijo en tono de reclamo mientras miraba a Rosa y Daniela con molestia.

Ta´bien, síguenos diciendo expresó Rosa.

—Pues el chavo se desesperó, y subió muy molesto a tocar la puerta del departamento…

—¡Válgame Dios! —Y luego ¿qué pasó? —murmuró Daniela anonadada, mientras llenaba otra vez la pileta con agua.

—¡Oh! ¡que te calles! No ves que ya no nos va a decir. Si sigues así te vas a los otros lavaderos. Cuéntanos, Kary ¿qué más pasó? — gritoneó Rosa al tiempo que le hacía un ademán a Karina para que prosiguiera.

—Pues el tipo entró, le subió a todo volumen a la música y estuvo mucho tiempo en el departamento. Cuando por fin salió, lo hizo corriendo, con una maleta grande, sin camisa y se fue a toda velocidad en su auto. Perlita dice que le extrañó verlo salir en esa forma, pero pensó que no debía meterse en lo que no le importaba. Las horas comenzaron a pasar, y el ruidero no cesaba y ella ya quería dormirse. Eran más o menos once y media, así que justo cuando iba a salir a reclamarle por el ruido, Don Max fue a tocarle para ver si le fiaba una cerveza.

—Ay, ese señor siempre anda de borracho— murmuró Daniela.

—Pues sí, pero gracias a Dios estuvo en el momento exacto— dijo Karina en tono convencido— Pues Doña Perla le dijo que le regalaba la cerveza si iba a ver si no se le ofrecía algo a la Saraí, y pues a Max le brillaron los ojitos e inmediatamente fue. Dice Perlita que Don Max estuvo tocando un rato la puerta, que incluso le hizo una seña para decirle que no había nadie, y entonces Perlita le dijo que se fijara si estaba abierto, y pues el hombre muy obediente abrió la puerta. Quién sabe qué se imaginó que iba a encontrar porque dice que entró muy feliz…

—¡Viejo marrano! —dijo Daniela, que llevaba rato sin lavar.

—¡Libidinoso! — agregó Rosa mientras tallaba la ropa distraídamente, debido a la plática.

—¡Cállense! que ahí viene lo bueno. Total, entró, y a los segundos se escuchó un grito como de mujer, ¿y qué creen? Era Don Max. Salió todo asustado, corrió despavorido hacia la calle. El hombre estaba tan asustado que al principio no podía decir palabra.

—¡Ay, Dios! Y ¿qué pasó? ¿qué vio? — preguntó Rosa

Pus encontró un regadero de sangre. La policía no encontró su cuerpo. Lo único que encontraron fue su cuero cabelludo en la bañera.

—¡Jesús! — gritó Daniela asustada mientras tocaba la cruz que llevaba en el pecho.

—Muy terrible lo que pasó… pero bueno cada quien obtiene lo que se merece— concluyó Karina.

—¡Eso sí! — exclamaron Daniela y Rosa y continuaron lavando.



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