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La sibila demente

  • Writer: sucedáneo de difunto
    sucedáneo de difunto
  • Jul 1, 2021
  • 2 min read

Updated: Jul 1, 2021


PÓNGALE PLAY PARA MAYOR PLACER, ES EL SOUNDTRACK!!!


La primera vez que vi a la sibila demente fue hace trece mil años, en un templo perdido de una civilización desconocida: Jadeante, cabeceaba, azotando las caderas, erizada por el estupro divino. Cada día la veo, siempre me reconoce pero nunca recuerda mi nombre. Yo tampoco recuerdo su nombre, sólo sus ojos; los que encuentro de nuevo en muchas caras, cada que su ánima regresa a la primavera de las sensaciones. Todas las veces susurra directo en mi intención la misma letanía.

Aquella vez sólo recogí algo de su espuma y me la froté bajo los párpados. Salí con fuego en la vista y por unas piezas describí lo que me fue dado. Me despedazaron por mi crimen. Después la encontré como esclava: la rapté y violé, dejándola morir entre la arena, a la larga el sol se atragantó mis restos también. Una vez más como sacerdotisa, ofrecí mi sangre a su culto, ella la bebió y le fueron vedados sus poderes por eso (mi sangre es mala); me encajó sus uñas ahí sobre el altar y luego se arrojó a la hoguera.

Volví a encontrarla como cortesana, huimos juntos pero me reventó el pecho con su alfiler y partió con mi riqueza. Otra vez fue monja, me entregó a los inquisidores a la tercera noche y dio el fruto a la cabra. Luego como cantante en casa pública, me ofrecía lo que despojaba a otros; pero su dueño me molió a nudillos cuando nos descubrió. También como actriz, tomamos demasiado vino y pastillas juntos una noche californiana. Y estudiante empobrecida, se liberó la vena un atardecer y hacia la noche fui llevado por la policía.

Todos esos tiempos, los que puedo recordar, y aún no revela el secreto. Ella sigue el juego en cada una de sus encarnaciones: el de la lumbre eterna que un día lo consume todo. Su iris electrizado y sus pupilas de pozo por la fascinación de la llama.

Siempre que encuentro a la sibila demente mis músculos pulverizan mis huesos; pero la sigo. A veces parece no saber que es ella, pero otras me reconoce al instante, como por magnetismo pineal, y sólo se sonríe. Como jaguar al venado. Y yo, como el venado, me guío en la supervivencia por el sendero del jaguar-perfume.


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