Lo que el gobierno de México está planteando es una regulación biopolítica de lo que de facto va a seguir siendo un crimen
Máxico México Mariwano
Por donde se le vea, legalizar es mal negocio: para los políticos, para los cárteles y para las empresas interesadas en medrar con el vetusto estupefaciente. Por eso, lo que el gobierno de México está planteando es una regulación biopolítica de lo que de facto va a seguir siendo un crimen. Una regulación biopolítica del consumo y producción de marihuana clasista, además.
Veamos el panorama. Entre tantos buenos y malos humos, no discernimos los hechos ni sopesamos los propósitos de lo que debe ser la legalización en nuestro país. Para beneficio del total de productores y fumadores; no de unos cuantos.
La regulación en líneas generales
Lo propuesto fue: portación legal de hasta 28 gramos, con presentación ante la autoridad y multas por la portación de 28.1 a 200, así como persecución penal por arriba de este margen. El consumo obligatoriamente debe ser en lugares destinados y “acondicionados” para ello, con filtradores de aire y captadores de humo. A todo esto, si vas a fumar en tu casa, debes registrar que en tu domicilio se consume cannabis. Si no, debes formar parte de algún tipo de sociedad de fumadores con “instalaciones” para ello.
También se contempla el autocultivo: limitado a 4 plantas por persona, en domicilios particulares pueden existir hasta ocho plantas si habitan dos fumadores en la misma casa. Las asociaciones de autocultivo pueden dar cabida a un límite de 20 fumadores. Además, a la larga podrán establecerse cafés cannábicos y head-shops (¿aún se les llama así?) que deberán comercializar sus productos con empaques genéricos.
Pero el marco normativo de operación y la emisión de permisos para tales propósitos estaría a cargo de un “Instituto Mexicano de la Cannabis” que quizá nunca exista: hasta el momento, el senado no llega a un acuerdo sobre la iniciativa, lo único que se sabe es que los legisladores quieren prescindir del Instituto de la Mota y asignar la asignación de permisos para la comercialización e investigación a la conadic.
(Para hoy, 19 de abril, el dictamen sigue pendiente y fue aplazado hasta la próxima legislatura. Morena no se quiso comprometer antes de elecciones, claro que eso simplemente es buen sentido electoral).
A los hechos me remito (1)
En primer lugar, la marihuana es más segura que el alcohol y menos malsana que el tabaco. Eso no es mi opinión ni mi experiencia, es un hecho estadístico: en términos numéricos el alcohol es tan perjudicial como la heroína, incluso. Yo la estadística la tomo con un grano de sal, pero los encargados y aficionados de las políticas públicas suelen arrojar números para todo. ¿Por qué nadie saca a relucir esto? ¿Por qué adultos “concientes” pueden adquirir libremente sustancias tan dañinas y, sin embargo, tendrán que formar clubes privados y registrarse ante la autoridad para consumir un psicoactivo significativamente menos riesgoso?
En segundo, el síndrome amotivacional no existe. La dependencia psicológica no es síntoma de drogodependencia: la drogodependencia y cualquier adicción, entendida como comportamiento compulsivo, es síntoma de una vida insatisfactoria, de una salud mental que requiere atención o de algún trauma del desarrollo no resuelto. Es relevante el caso de los campesinos jamaiquinos y griegos que acostumbran pasar los atardeceres echando humo: no muestran falta de motivación en épocas de escasez o “fuera de temporada”. (Esa referencia que leí hace años no la encontré; pero aquí hay un estudio no conclusivo, para que no digan que puro sesgo de confirmación).
En tercero, los usos medicinales y terapéuticos de la marihuana, así como de los cubensis y otros enteógenos, están bien documentados. Es de esas cosas extrañas que en pleno siglo XXI sigamos echando en el mismo saco de “las drogas” a la heroína, las monas, el MDMA y la marihuana o psilocybe. Pero bueno...
("Osea, pero está chido que la regulen ¿no?" !A ver si es cierto! mañana, en la segunda parte)
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