Antonio Navedo Mancera
Orquestación Abisal No.3 en F# Menor, soundtrack original por Sonidos del Abismo.
Cada día lo recuerdo. Esa emoción al caminar entre la gente, todos mirándome, tratando de ver a través del velo blanco que cubre mi rostro. Esa alegría en cada paso, mientras siento los pliegues del vestido contra mi cuerpo. “El gran día”, alguien susurró al pasar a su lado. Cuando llego al altar y por fin tengo a ese hombre frente a mí, quien levanta de mi cara la frágil tela que la cubre.
Abro los ojos, regreso a esta oscuridad. Siento el suelo frio contra mi espalda. Lo primero que veo es la puerta, por cuyo costado se asoma apenas un hilo de luz. Mis ojos se acostumbran a la noche impuesta. Puedo ver las sombras moverse. Son otras como yo. Cada día se repite la misma rutina desde que llegué. Cada noche, soñando lo mismo. Luzco ese hermoso vestido blanco, solo para despertar en esta caja, antes de conocer al hombre que me espera. No recuerdo mi vida antes de este sueño. Solo recuerdo la soledad al despertar. Todas me contaron lo mismo cuando llegue. No sabemos dónde estamos ni quien nos trajo. No sé cómo empezó todo, ninguna lo sabe. Más importante que eso, nadie pregunta. La respuesta no cambiará nuestro presente. Llevamos mucho tiempo encerradas. Ni siquiera tenemos nombres. Solo una palabra, marcada a fuego sobre la planta de nuestros pies. Reconozco las letras, pero me es imposible entender que dice. Esa cicatriz es lo único que nos une. Nos convierte en hermanas. Me gusta pensar que es el nombre de nuestro padre y nos tiene aquí para protegernos. No tenemos otra familia.
Cada cierto tiempo, un hombre abre la puerta. Lo rodea una luz tan fuerte que solo puedo ver su silueta. Él toma a varias de nosotras y se las lleva, cerrando la puerta tras de sí. Nunca las volvemos a ver. Otras veces la puerta se abre solo para ver como meten más mujeres en el cuarto.
Todo era tan confuso. Podían verse sombras pasando enfrente de la puerta, pero nunca se quedaban mucho tiempo. Se oían las voces, a ratos tranquilas, por otros gritando, pero la mayoría del tiempo nos cuidaba el silencio. A veces las paredes retumbaban con fuertes golpes de sonido. En otras ocasiones, solo temblaban de manera constante, como si movieran todo el cuarto de un lugar a otro.
Hace poco, pude escuchar una voz de mujer al otro lado de la puerta. Trataba de hablar con nosotras, pero el encierro había consumido a las demás. Poco a poco, me arrastré al hilo de luz en la puerta y respondí a sus palabras. Me contó como ella estuvo en la misma situación, encerrada, sin poder ver más allá de las sombras. Decía que todo esto era por nuestro bien, pues fuimos creadas para cumplir un trabajo importante. Casarnos. El mundo es un lugar muy violento, Una guerra ha devorado al mundo, donde mujeres como nosotras somos escasas. Por eso nos resguardan, casi en secreto, del ojo extranjero. “Casarnos”, esa era una palabra nueva para mí. La voz al otro lado noto mi ignorancia en cuanto al tema. Cuando por fin aparecen hombres, decididos y responsables, vienen a buscarnos y nos llevan a nuestra boda. Una ceremonia donde nuestro cuerpo y mente se hace uno con la otra persona. Somos llevadas de forma individual a una recamara especial. En esta te preparan, deciden con que hombre vas a casarte y te mandan con él.
Desde ese día lo entendí, mi sueño de todos los días no era un recuerdo de mi vieja alegría, sino un presagio de mi labor en el mundo. No he parado de pensar en mi boda. En mis sueños puedo ver a mi futuro esposo y como caigo a sus brazos. Todas en la habitación compartieron mi alegría cuando les conté lo que sabía. Todas visualizábamos ese día con esperanza de que llegara pronto.
No les conté todo. Mi hermana al otro lado de la puerta, también me dijo porque ella no se pudo casar. Ella nació con un defecto. Eso es lo que le dicen los hombres de afuera, es imperfecta y no se puede casar. Pero aún es un bien escaso, entonces la tienen cerca para la buena suerte.
Otra cosa que omití, es lo que pasa cuando la boda no termina bien. Ya estando afuera, se pueden ver a muchas de nosotras. Las puedes escuchar gritando. Tenían la esperanza de casarse, pero los hombres son unos ingratos a nuestros deseos. Hay las que están enterradas bajo tierra. Si tienen suerte terminan adentro de los árboles. Otras más quedaron pulverizadas, después de estrellarse contra las piedras. El mundo es un lugar muy violento.
Ha pasado mucho tiempo. Esta caja, que por tanto tiempo fue nuestro hogar, está casi vacía. Nadie lo dice, pero la esperanza se acabó. No habrá boda para nosotras, solo olvido.
La puerta por fin se abre. Un hombre toma a las que quedamos y nos saca. Hay tanta luz que lastima mis ojos, no soy capaz de ver nada a mi alrededor. Pero no tengo miedo pues al fin, después de tanta espera, podré casare. Casi no puedo contener mi llanto. Pasa la primera a la recámara especial. Le damos una despedida con lágrimas en los ojos y una enorme sonrisa. Se cierra la puerta, luego un golpe contundente, casi sin eco. Al abrir la recamara, no queda nada más que humo. Nuestra hermana se ha ido. El hombre que nos acompaña voltea a vernos y dice “Me encanta cuando huelen a pólvora quemada”. Pasa la siguiente, tampoco la vemos salir de ese lugar. Cada vez hay más humo en el aire. Esto se repite con todas hasta que es mi turno. El espacio es muy reducido. No es posible meter a dos personas aquí. Veo un largo pasillo circular, con una luz saliendo de esa dirección. Se escucha el golpe del martillo. La recámara se llena de humo. Salgo arrojada por el pasillo y cuando llego a la luz, puedo verlo. Mi futuro esposo. Tiene los ojos tapados, pero puedo ver en su boca una expresión tan dulce y satisfactoria. Siento el impacto. Atravieso su cráneo y me detengo justo en el centro de su cabeza. Su cuerpo cae al piso, conmigo dentro de él. Por fin he cumplido mi propósito, por fin pude casarme.
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