Sobre Orgon Jihad
Es irrelevante discutir la vigencia del metal como forma de expresión sónica. Los pozos del horror supuran ha mucho. Lo único que cambia en consecutivas generaciones de lunáticos aficionados a la música extrema, lo macabro y todo tipo de artes pervertidas es el equilibrio volátil entre furia, pavor y pánico de su desolación.
Lo digo porque Orgon Jihad (muy sci-fi/guerra santa) se describen como trash/black apunkado, y bien lo son. Pero no creo que se limite a eso, o que esa descripción exprese su sonido de la mejor manera. Se trata de un trío originario de Hermosillo, Sonora; integrado por Vx en el bajo, Rubén Martell en la batería y Lobo Flaco en la lira y gruñidos.
Orgon Jihad
Formados en 2014, han sacado dos materiales de manera independiente: Esoteric (2016) y el ep Muertos (2020). Su sonido golpea y te arrastra, cual desbarrancarse. Como power-trio, me parece que los cimientos de su música se remontan hasta el paradigma de Motorhead, con el poder rancio y machacante de una velocidad más dirigida al desenfreno que la acrobacia.
El tono de la guitarra me agrada bastante, moderno pero sin refinamientos, crudo y al mismo tiempo envuelto en llamas. En sus mejores momentos, la sísmica batería se conflagra apocalipticamente con el marrazo eléctrico del bajo.
Esoteric es un álbum vertiginoso, que pasa del crossover trasheado a un metal a más tradicionalmente caótico sin perder el groove jamás. Los solos y licks tienen un estilo bastante agradable, de afilada melodía pentatónica con alguna disonancia para acuchillar. Me deja buen sabor de boca que la voz no pretende ser nada que no es: me recuerda a la tesitura del cantante de Mudhoney. Mis rolas favoritas son “Toxic Fear”, “Head of the Prophet”, “Light of Lucifer” y “Breaking the Wheel”.
Portada de Esoteric.
Muertos arroja un ruidal más oscuro, que a mi escaso conocimiento se dirige más bien a la seminal impronta de Celtic Frost. La brutalidad está amplificada en el estilo y la producción, ahora sí en frecuencias pútridas más cercanas a la experiencia del subterráneo más denso de los ochenta. El mayor cambio está en la voz, lejos del falsete noventero más como de reptil. El groove se aleja de la velocidad anfetamínica y roza la pastosidad del stoner.
Si acaso alguna vez la malsana musa de las bandas de metal fue la conquista de velocidades y volúmenes mayores, creo que hoy se conjura alquimicamente la hibridación de sonidos como quimeras infernales: cuernos de black, colmillos de trash y garras de doom. Potentes bestias de musculatura metálica y sangre hardcore. Orgon Jihad es una gran exponente de esta nueva brujería.
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