Irving Jesús Hernández Carbajal.
Voluntad del Abismo, soundtrack original por Lóbrego Abisal
Todo comenzó con un primer corte, después vinieron subidas y bajadas, mi mano se deslizaba como la de un pintor. El filo del cuchillo apuntaba a un misterio, a la sombra que acechaba en la puerta de mi cuarto, donde unos ojos me miraban contenidos, eran dos esferas de severo fuego. Escuché una voz de trueno, que entre cañonazos de palabras y la pura sonoridad inflamada me decía:
“Soy el representante del triángulo perdido, las campanas que acompañan las sinfonías del infierno, el heredero de la venganza descarnada”.
Entendí que mi pecado comenzó con la transgresión de mi mirada, ¿por qué había visto aquella masa negra que estaba postrada en el marco de madera? Lo intuía, era la muerte, mi muerte y si le daba la oportunidad con grandes pasos se iba a ir acercando.
Arremetí en defensa propia y volvió a hablarme:
“Escucha mi tintineo, te contaré unas cuantas cosas: Dios y el diablo son grandes amigos, el fuego los hermana, son la diferente cara de una misma moneda. Y ustedes, los humanos, son repulsivas alimañas, pero a veces pueden descubrir los secretos divinos, sólo es cuestión de que sientan en sus cabezas nuestra llamada, que se asomen al abismo y lo enfrenten”.
Sus sentencias me aterrorizaron, tuve que blandir mi arma con más fuerza, hasta que por fin logré batirlo. Mientras caía su amorfo cuerpo descubrí un espejo, que enseguida me devolvió mi imagen, una que empezó a hablar con otro registro que no era el mío:
“Soy yo, el hijo de la tierra, vestigio de todos los terrores olvidados, enterrados en volcanes apagados. Algo en mí conecta con lo bueno y lo malo de todos los años del planeta. Soy mi propio verdugo, una luz que deja ciego, un semi dios que busca venganza, avatar del caos primigenio, un bombardero de verdades”.
En plena epifanía surgió otra sombra. Alcancé a reconocer el rostro de mi madre, que entre alaridos desgarradores como los de un cuervo me gritaba: “¡Monstruo, mataste a tu hermano!”.
Me convertí en el asesino de la calle No Me Olvides. Y aunque no he tenido ninguna otra visión, el cuchillo que habita debajo de mi almohada espera paciente a los susurros, ellos me indicaran cuando deba salir de mi celda a aniquilar más sombras.
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